En declaraciones a la prensa, monseñor Bambarén, exclamó, “No digan gay, son maricones” dejando a la luz, toda la bajeza existente dentro de la doctrina de la iglesia católica. Él, obviamente, trató de insultar de la manera más criolla, como si fuera algo bueno, a la gente homosexual. Estas personas tienen el derecho de que, por lo menos, se debata, alturadamente, sus derechos y que no se diga que no son temas trascendentales de la agenda política. Veamos algunos aspectos que a mi opinión, deben ser considerados para con estas personas.
Los homosexuales, aunque exista gente que no lo crea, no eligen ser homosexuales. Esto no es una opción y me lo explicó un sacerdote que enseña en la universidad Católica. El me dijo que un joven homosexual le expresó que quería dejar de ser gay, que quería alguna vez amar a una chica pero no podía, no podía amar a una persona que no sea hombre. Es como un heterosexual al que no se le puede pedir que ama a una persona de su sexo. Ser homosexual no es una opción, no es un capricho pero tampoco es una enfermedad.
Partiendo del hecho que somos iguales hete y homosexuales; el matrimonio es, por concepto, la unión de un hombre y una mujer concertada mediante determinados ritos o formalidades legales (RAE). Pero hay gente que afirma que porque en el diccionario dice que el matrimonio es entre un hombre y una mujer, los homosexules no se pueden casar y, para no parecer homofóbicos; con asco, dicen que permitirían la unión civil entre gays. Los conceptos cambian, así se desarrolla el hombre a lo largo de la historia, derrotando paradigmas que limitan la mente del hombre. Hay monseñores y sacerdotes de la iglesia católica, infestada de actos de corrupción por el banco del vaticano y de actos de pedofilia, que se rasgan las vestiduras cuando se habla del matrimonio entre personas del mismo sexo y es que cuando se habla de progresar y de abrir la mente a nuevas ideas, la iglesia en mención parece que da la espalda. El matrimonio es un acto que se debe basar en el amor y en una decisión de un grupo de personas ante Dios y ante la ley, no se debe basar en conceptos añejos que pertenecen a tiempos anteriores a los nuestros.
Finalmente, hay gente que no quiere y que ve a la adopción de niños por parejas de personas homosexuales como si vieran al mismo diablo, y un poco más les da un paro cardiaco. La adopción de niños beneficiaría a muchas personas, primero a los propios niños, quienes podrían recibir amor humano y una vida mejor de la que reciben en las calles y en los albergues donde los recursos son insuficientes; también beneficiaría a los papas, quienes cumplirían su sueño de tener un niño a quien darle su amor, y que pueden amar igual a los niños que una pareja de heterosexuales; y beneficiaría a los albergues y al país recuperando muchos niños para el futuro del país.
Debo admitir que para el mayor funcionamiento de estos planteamientos, se debe mejorar la educación del país, que tiene una mayoría de personas resistentes a estas ideas y que no ven a las minorías sexuales como iguales. También creo que en el futuro, los homosexuales van a vencer las ideas conservadoras de mucha gente y que parece que la iglesia católica enarbola cada vez que se habla de homosexuales. No permitamos que unos señores que se dicen representantes de Dios en la tierra, discriminen a las mujeres, al no dejarlas ser sacerdotes, y a los homosexuales, al no dejarlos ser felices en igualdad.
Christian Soto