domingo, 14 de noviembre de 2010

No me gusta ni me gusta recordarlo


Tú y yo alguna vez actuamos de manera estúpida, lo más estúpido es ver como todo pasa frente a nosotros.
Nos roza la nariz, nos droga de manera nauseabunda, en esencia, nos convierte en peones, un montón de esclavos más: vulnerable.
¿Quién no condenó los sentimientos rosados ante la primera desilusión?
Odio y a la vez no, tener que decir que lo viví. Tú, probablemente lo viviste pero tampoco lo odias del todo a la vez.
Cuando todos te dicen la verdad, las ilusiones son perfectas legañas que te impiden la visión de la realidad y te convierten en una persona con carencia de veracidad.
Cuando a propósito almacenas cada mínimo detalle de manera obsesiva, te desprendes del presente, a una realidad comandada por el tiempo que destina un tercero, lo cual no está mal pero te falto recordar la palabra reciprocidad.
Y esa elevada cantidad de personas que se pasó de cojuda, que se tomó demasiado en serio las palabras que pronunciaron a un oído diciendo: "no existe vida sin ti". Pero también existe la otra mayoría, aquella que en algún momento lo consideró.
Gasté tiempo, dinero, vida.
Gasté voluntad difícil de recuperar.
Y yo de nuevo sé que te arrepientes y no te arrepientes, que ahora recuerdas las cosas que hiciste, las que hubieses hecho, las que nunca más harías.
Gané sabiduría, audacia, viveza.
Gané saber que solo se puede cometer un solo error. Que no existe idiota que pase por esto dos veces con más de una persona.
La experiencia se gana con el tiempo y con el tiempo se van los recuerdos, pero siempre quedará, así no lo notes, el “qué” aprendiste de ellos.


Chau, no coman mucha carne.
Alejandra  Alayo

¿Toros bravos?



Corrida de toros, un show en el que se batalla con varios toros “bravos”. ¿Bravos? Muchos creen que lo son y eso no es cierto, ellos no lo son. Antes de empezar el “show” los provocan; es decir, los encierran en un lugar de espacio reducido; y como es lógico se desesperan como cualquier animal o ser humano, de tal manera que embravecen y cuando son “liberados” para pisar el escenario obviamente están muy enfurecidos y lo primero que quieren hacer es atacar, pero por instinto. Lo que sucede después todos lo sabemos, los toreros asesinan a estos animales, pero los hacen sufrir y al final se declaran victoriosos clavándoles una estocada en el corazón.
Mucha gente los aplaude y forman parte de una algarabía tonta, no entiendo como pueden celebrar por dar muerte a alguien que forma parte de la naturaleza. Muchos lo ven como un arte y diversión, a mí me parece patético y absurdo que alguien lo vea de ese modo, me indigna que existan espectadores que traten con indiferencia esta cruel matanza.
No logro entender como se pueden llamar toreros de profesión, ¿acaso ser asesinos es una profesión?, bueno entonces se tendría que estudiar para eso y no creo que haya un título para tal “profesión”.
Hace unos días el ahora famoso torero, Fernando Roca Rey, que por cierto está más bueno que el pan con pollo de desayuno, fue embestido por un toro. Lástima solo tuvo algunas contusiones, no digo que les deseo la muerte a estas personas, pero cada quien tiene lo que se merece, ya que es muy cobarde de su parte torturar y matar a un animal. Si a él le dolieron esos golpes, imagínense lo que es para el indefenso animal soportar tantas estocadas y morir desahuciado.
Defiendo con mucha firmeza los derechos de todos los animales y espero algún día poder ser vegetariana.
Vania Cervantes 

El nuevo circo romano


En la Roma antigua, la gente acudía al coliseo romano para divertirse viendo seres humanos matarse unos a otros. Apreciaban las faenas con entusiasmo casi enfermizo. Los gladiadores luchaban por su vida y ninguno sabía si después de esa tarde, iban a salir con vida. La vida de los gladiadores no valía nada. Nada. Y digamos que en ese entonces estaba bien, porque la sociedad no sabía de derechos humanos ni tenía la visión moderna que nosotros tenemos del mundo que queremos. 
Algo parecido son las corridas de toros. Gente que aplaude la matanza de toros con rosas y gritos desenfrenados. Que gozan del sufrimiento de los animales justificándose que en que es una tradición o que los dejen trabajar. La verdad considero, con mucho respeto, que son asesinos. 
Tradición también era matar gente en ese tiempo, pero y ahora qué. Acaso aplaudirían que maten humanos en las plazas de toros. Acaso les gustaría que les claven un número definido de estacas en toda la espalda para luego matarlos con una estocada al corazón. Esto, por más tradición que sea, es inhumano.
Los hombres y mujeres avanzamos cuando, en Francia, se proclamaron los derechos humanos y creo que avanzaríamos más si proclamáramos los derechos animales.
Déjennos trabajar dicen los toreros, somos libres de trabajar en lo que queremos, también dicen. Pues no. No se puede dejar trabajar a gente que mata animales porque piensan que hacen cosas grandes, merecedoras de aplausos. Si dejáramos trabajar a todas las personas en lo que quieren, también hay que dejar a los narcotraficantes  trabajar, o a los terroristas soñar con su revolución. No se puede pues, así de simple
Otra justificación frecuente de estas personas es que están en igualdad de condiciones con los que matan a los animales para alimentarnos de ellos. Yo pienso que están equivocados. No es lo mismo matarlo para comerlo que matarlo porque se nos da la gana. No tiene ningún fin matarlo para que unos cuantos, una minoría adinerada, se divierta y justifique una salida un fin de semana. 
Expreso mi apoyo desde esta columna a la sociedad anti-taurina de Lima y de todo el mundo, y los aliento a seguir en este propósito de igualdad y de respeto por los animales. Nosotros estamos a cargo de cuidar la naturaleza, de velar por el bien de nosotros y de la naturaleza, pero al igual que con los hombres, mi libertad acaba cuando empieza la tuya, la de los animales

Christian Soto